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La bicicleta, considerada uno de los inventos más prácticos, tiene una larga historia.  Los chinos la visualizaron hace unos miles de años, Leonardo da Vinci la plasmó en algunos de sus bocetos en el siglo XV, pero solo fue a fines de 1800 que la idea se transformó en realidad.

Las primeras bicicletas eran de dos ruedas, conectadas a un manubrio e impulsadas por los pies. Esto, hasta que un mecánico francés en 1863 le añadió pedales a la rueda delantera. Se le llamó velocípedo.

La bicicleta de Leonardo Da Vinci

La bicicleta de Leonardo Da Vinci

Las trasformaciones se sucedieron vertiginosamente: se le añadió una tira de caucho alrededor de las ruedas radiadas, lo cual ayudó a disminuir su peso, a tener mayor velocidad y ser más cómoda.  En su primer diseño, la rueda delantera era más alta, para ganar velocidad, puesto que el sistema de engranajes y cadenas aún no existía.

Recién en 1888 se introdujo una versión de la bicicleta tal como la conocemos hoy: dos ruedas radiadas de un mismo tamaño, un sistema de engranajes, cadenas y ruedas inflables.

Durante los primeros años del siglo XX los ciclistas eran siempre hombres, pero nuevos diseños abrieron la posibilidad de su uso a las mujeres.

A mediados del siglo XX, las sociedades se pusieron en función del automóvil, convirtiéndose la bicicleta en un instrumento deportivo y de diversión. Es en este contexto, durante la década de los 60, que se creó la bicicleta de pista. En los 70 la de montaña. Posteriormente se han diseñado muchos tipos y modelos, pensados para adaptarse al máximo a las necesidades de todo el mundo.

A fines del siglo XX los problemas de contaminación y congestión urbanas hacen que la bicicleta sea considerada nuevamente como un medio de transporte, cada vez más masivo, útil y ecológico. La autoridad ve en este vehículo un paliativo al problema del desplazamiento en la ciudad y ha generado ciclovías, que son una muy buena idea, pero pobremente implementadas.

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