En COLUMNAS
Por Peter Hartmann, director de Filial Aysén
 
Qué triste esto de ser testigo lejano de la desaparición física de quienes de alguna forma son cercanos, hermanos. Nos ocurre, por un lado, con Francisco Martínez y por otro, con Juan Pablo Mohr.
 
Los malabaristas siempre han estado de nuestro lado y del lado de alegrar la vida de nuestra gris sociedad nacional. Nada justifica asesinar a alguien que ya tenía dos balas en el cuerpo. Así se pronunció también el Tribunal de Garantía el lunes recién pasado. Nuestra solidaridad esta con la familia del arte callejero y a todos a quienes se suele discriminar, y que a todas luces corren peligro en un país de Estado policial.
 
Nuestra solidaridad también con la familia montañista ante la tragedia que se vive en el K2 donde el chileno Juan Pablo Mohr y sus dos compañeros, un islandés y un pakistaní, desaparecieron tras salir hacia la cumbre el sábado pasado, a la cual muy probablemente llegaron. El K2 ya era famoso por la cantidad de muertes en verano y ahora confirma su peligrosidad invernal, cuando es aún más difícil y peligroso. Y esto ocurre a treinta y cinco lustros de un año histórico-trágico, en que perdieron la vida trece escaladores en aquella montaña, lo cual se puede leer en el clásico del montañismo “K2, El Nudo Infinito” de Kurt Diemberger. La historia parece repetirse.
 
Justamente en estos días recordábamos que este mes se cumplen cuarenta años desde que hicimos la primera ascensión chilena a la “Ruta de los Polacos” del Aconcagua, que mereció el premio de la Federación de Andinismo de ese año. Entre los recuerdos de aquel entonces, están el que tras ese logro para el deporte nacional, tuvimos que ser nosotros quienes acudimos a los medios de comunicación, donde más que nada les interesó si hubo accidentes, muertos, heridos, el morbo. Por algo para nosotros los periodistas eran “los buitres”. En todo caso, ya en aquel entonces la gente pensaba que ser montañista era poco menos que suicida. Y de que tuvimos encuentros cercanos con la muerte, la de otros, las tuvimos. De esa expedición queda además un documental filmado por nosotros en 16 mm y que tiene su propia historia: https://www.youtube.com/watch?v=9Vc67URKD7E
 
¡Y harto ha evolucionado el montañismo desde aquel entonces! En los años siguientes hubo dos expediciones femeninas siguiendo nuestras huellas, por otro lado los chilenos tras varios intentos logran ascender el Everest y poco después, también las mujeres, alguna de ellas hoy radicadas en esta región. En años siguientes hubo varias otras ascensiones chilenas en el Himalaya y también alguna proeza en la Patagonia como el cruce longitudinal al Campo de Hielo Sur y la ascensión – travesía de las Torres del Paine. Por cierto, podemos agregar decenas de primeras ascensiones hechas por montañistas habitantes de la región, lo cual en otras partes del planeta ya es cosa imposible. En esa evolución, en que indudablemente hoy se cuenta con cada vez mejores equipos y técnica y también mayor seguridad, además se aprecia la buena preparación de escaladores de elite que prácticamente viven del deporte, lo cual décadas atrás era impensable. Claro que eso de vivir de los auspicios también exige alto rendimiento, hacer actividades vistosas y cada vez más extremas y figuración del “sponsor”. Eso también va aumentando el riesgo.
 
Juan Pablo Mohr es parte y el más destacado de esta última generación de montañistas nacionales. Arquitecto de 33 años, comenzó a escalar a los 17 y tiene a su haber cinco cumbres de 8 miles y record de escalar el Everest y Lohtse en menos de una semana. Estaba empeñado además en aumentar la cultura de montaña en Chile mediante la Fundación Deporte Libre.
 
El K2 era el último 8 mil por escalar en invierno, y eso con pandemia de por medio, que obligó a postergar los planes del año pasado. Desafío y aliciente, también para la ambición y el riesgo extremo. Esta vez la historia la escribieron los nepalíes, los sherpas, que fueron quienes hicieron posible casi todas las expediciones y proezas en el Himalaya, quedando habitualmente en segundo plano. Baste recordar a Tenzing Norgay que junto con Edmund Hillary hacen la primera ascensión al Everest. Vale hacer presente acá, que el K2 no está en el Himalaya, sino que en el Karakorum, cordillera donde hay varios 8 miles y que está ubicada entre Pakistán y China. Así es como diez nepalíes en un hermoso trabajo en equipo, entre ellos Nirmal Purja sin oxígeno suplementario, llegaron juntos a la cumbre del K2 este 16 de enero y volvieron sanos y salvos. En el intertanto ocurrió el primer accidente, con la muerte del catalán Sergi Mingote, compañero de expedición de J.P. Mohr. Entonces el chileno se asocia con la italiana Tamara Lunger para subir en la próxima oportunidad de buen tiempo. Sin embargo Tamara se debe volver y Mohr sigue adelante con otra expedición, la de los pakistaníes Ali Sadpara y Sajid Ali y el islandés John Snorri. Ese día ocurre el segundo accidente en el que fallece el búlgaro Antanas Skatov. Camino a la cumbre Sajid debe volverse y espera esa noche la vuelta de sus compañeros. Sin embargo la larga espera es infructuosa. Sajid, tras bajar la base y participar enuna búsqueda en helicóptero de sus compañeros, piensa que tras dos días y noches sobre los 8 mil en invierno es difícil que estén con vida. ¡A estas alturas, el que aparezcan vivos ya sería un milagro que nos encantaría que ocurriese!. Y por cierto, los medios de comunicación nacionales aparecieron recién ahora, al momento de olfatear la tragedia.
 
Hoy mientras escribo esto es el cumpleaños de Juan Pablo Mohr, que indudablemente debe haber disfrutado la cumbre del K2 de regalito, y si quedo por ahí, fue en su ley. No en vano su filosofía era: “La montaña es el lugar al que pertenezco y donde me siento feliz”.
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