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Hoy es 5 de junio. Desde 1972, en que fue instaurado por la ONU, se celebra los 5 de junio el Día del Ambiente. Medio Ambiente para algunos. Esto con el objeto de sensibilizar sobre este importante tema. Tal vez de los más importantes. Este año el país anfitrión, donde se centra la celebración, es China y con el tema de la contaminación del aire que ahí es de terror.

Según la Ley de Bases Sobre el Medio Ambiente de Chile, se define como “Medio Ambiente: el sistema global constituido por elementos naturales y artificiales de naturaleza física, química o biológica, socioculturales y sus interacciones, en permanente modificación por la acción humana o natural y que rige y condiciona la existencia y desarrollo de la vida en sus múltiples manifestaciones”.  O sea, es todo lo que nos rodea: lo natural (aire-atmósfera, agua-hidrósfera, suelo-geósfera, que componen el espacio vital o biotopo y por otro lado las plantas “productores”, los animales “consumidores”, los microorganismos “descomponedores”), lo cultural (creación- “producción”, retorno “reciclaje”, gasto “consumo” que componen la economía más la cultura) y la relación entre ellos y recibiendo –centrándose en la energía del sol.

Cuando desde la misma ONU nos advierten, tras exhaustivos estudios internacionales de cientos de científicos,  que ese ambiente y la vida sobre el planeta están en peligro y eso a causa de que entre sociedad y medio construido tenemos hecho un desastre el entorno natural que permite vivamos sobre este planeta, vale recordar que existen leyes de la naturaleza y ecológicas que vale respetar. Si no entendemos que todo es interdependiente, que la estabilidad se da por la diversidad y que las materias y el crecimiento  tienen  límite, difícilmente podremos estar en equilibrio entre lo natural y lo cultural. Entonces, está  bien celebrar y ojala todos los días al ambiente, esto cortando la guerra contra la naturaleza, cambiando el sistema (con más de lo mismo solo se consigue lo mismo) y nuestro estilo de vida, y en acciones concretas, declarar estado de catástrofe climática,  utilizar economía circular, penalizar la obsolescencia programada y pasar todos nuestros proyectos por examen de huella de carbono y daño a la biodiversidad.  Sin duda la Madre Tierra y con ella nuestro ambiente, lo agradecerá. ¡También las futuras generaciones! Eso significa adoptar una ética por la vida (en vez de adoradores del becerro de oro).  Y por más que nos hagan creer en ello, no existen las soluciones mágicas, ni los milagros tecnológicos para salir de esta coyuntura y evitar asumir nuestra responsabilidad humana.

Todo esto es particularmente importante este año, cuando Chile será sede de la COP 25 y deberemos dar la cara como país. En ello, por cierto están las responsabilidades individuales o personales, y hasta como consumidores,  pero también y más aún, están aquellas sociales, o sea como conjunto, y ahí en presionar a nuestros gobernantes y políticos para que también sean coherentes, den el ejemplo, legislen y tomen decisiones que sean consecuentes. Y eso, con prontitud, más allá de anuncios y marketing, como también se aprecia de parte de algunos empresarios. Porque a fin de cuentas ¿Quiénes son los responsables que hayamos llegado a esta situación crítica?  ¿La ciudadanía? Si, puede ser, al permitir que ocurriese y votar por personajes de cuestionable ética. ¿Pero, si la mayor parte de las emisiones la provocan en el hemisferio norte, que tenemos que ver nosotros? Cierto, allá son los principales responsables, pero eso no quita que aportemos nuestro grano de arena; a estas alturas todo suma. Y por cierto, también debemos exigirle a los mayores ir-responsables que enmienden su conducta fratricida; no puede ser que pongan en jaque  la sobrevivencia sobre el planeta por sus egoístas intereses de negocios. Por lo demás ese dinero de poco les servirá ante una debacle global ¿Para  arrancarse a la Luna o a Marte? Mejor evitemos, ahora, llegar a parecernos a éstos lugares estériles.

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