El siguiente reportaje fue realizado por la alumna de Periodismo de la Pontificia Universidad Católica, Carolina Rojas.
Los cinco principales centros de rehabilitación de animales salvajes que existen en la Región Metropolitana reinsertaron en su hábitat a 355 ejemplares chilenos durante 2015. Los dos centros con más recursos son parte de zoológicos y todos buscan educar a la población, ya que la mayoría de los animales que necesitan ser tratados fueron dañados por humanos.
Por Carolina Rojas
En un distrito de jaulas separadas por especie, están encerrados búhos, lechuzas, águilas, halcones, cóndores y otras aves rapaces. A primera vista, el lugar se parece a cualquier zoológico. Pero de cerca, a uno de los búhos tucúqueres le falta un ojo, que perdió por un niño que jugaba con una pistola a postones. Tres halcones peregrinos tienen la cicatriz de una bala de caza y un águila tiene un ala fracturada. Todos están encerrados delante de la barrera que dice “aves en recuperación” y como otros 30 individuos, no van a poder ser liberados en la naturaleza.
El Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces en Talagante (CRAR), es uno de los cinco lugares en la R.M. que prepara a los animales con posibilidades para reinsertarse en la naturaleza. El de Fauna Silvestre del Comité Pro Defensa de la Fauna y la Flora (CODEFF) y el Refugio Animal Cascada de las Ánimas, también lo son y se ubican en el Cajón del Maipo. Los últimos dos, están dentro del Zoológico Metropolitano y junto al Buin Zoo.
En Mayo de 2015, dos leones murieron acribillados en el Zoológico Nacional porque un hombre entró a su jaula. También en el Zoológico de Cincinnati, en Estados Unidos, le dispararon a un gorila porque un niño cayó en su recinto. Ambos casos generaron un cuestionamiento mundial sobre la necesidad de centros de exhibición de animales y si hay alternativas para liberarlos.
Anualmente el CRAR recibe cerca de 300 aves rapaces y detrás del cartel de “aves en recuperación”, está el 70% de estas. Las cuida Jürgen Rotmann y los ocasionales voluntarios que visitan el lugar. Rotmann es el director del centro y donó media hectárea de su terreno en Talagante para el proyecto que existe oficialmente desde 1991, luego que el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) firmara un convenio con la Unión de Ornitólogos de Chile (UNORCH) y formalizaran el primer centro de rehabilitación para fauna silvestre del país.
“Para las aves me falta tiempo, se deberían atender mucho mejor”, dice el director y agrega: “Esto no es un modelo de cómo se deben tener los centros de rehabilitación”. Al CRAR carece de voluntarios y de una clínica para emergencias. Reciben donaciones de alimento pero no han conseguido dinero para remodelar sus jaulas.
Las especies que llegan a los centros son traídas por particulares, la PDI o el SAG. Vienen heridos por trampas, caza ilegal, mascotas o atropellos. También porque los encuentran en zonas urbanas, como el puma hallado en Santa María de Manquehue en 2014. Otros llegan decomisados por tenencia ilegal o improntados, es decir, son animales que se creen parcial o totalmente humanos.
El 6 de junio es el día del medio ambiente decretado por las Naciones Unidas. Este año el foco estuvo contra el comercio ilícito de especies silvestres. Según la PDI, en los últimos cinco años en Chile se investigaron 608 delitos asociados al tráfico de especies y se incautaron 6.251 animales y sus subproductos. El Ministerio de Medio Ambiente proyecta que por esta causa murieron cerca de 56.000 animales.
En 2015, por el Centro de Rehabilitación de Fauna Silvestre de CODEFF pasaron cerca de 400 especies. La mayoría eran loros choroy, tricahues y cachañas y venían de ser mascotas decomisadas. Algunos repetían palabras, otros se habían sacado las plumas o movían la cabeza de un lado a otro, como signo de improntación y estrés por cautiverio.
“Trabajamos por la conservación y esto implica devolverle las condiciones biológicas al animal para que pueda desenvolverse solo en el medio silvestre”, explica Bárbara Zentilli, la veterinaria del centro, donde enseñan a los loros a alimentarse de frutos y semillas, a volar y vivir en bandada, un proceso que toma entre 2 y 7 años en total.
Juan Machuca, el Encargado Regional de Recursos Naturales Renovables, reconoce que es insuficiente. “A los centros se les exige mucho pero lamentablemente no se les da casi nada”, dice el encargado. Para financiar los gastos de 150 animales nativos, buscan inversionistas privados, además de un sistema de donaciones por particulares, que publicitan en sus páginas web.
Para el SAG el centro de CODEFF es el más importante pero desde 2015 que tienen colapsadas las jaulas. Como no hay fondos para agregar nuevas, no han recibido animales, salvo excepciones en que han recibido animales por emergencias puntuales. El SAG los presiona para que liberen animales pero el riesgo de soltarlas antes de tiempo, según Zentilli, es que vuelvan al centro o mueran. El 25 de febrero en Pucón, liberaron exitosamente una bandada de loros choroy, una especie endémica chilena y vulnerable.
El Refugio Animal Cascada no recibe fondos del SAG pero sí animales. El terreno donde cuidan a dos pumas, zorros, una yaca, 13 loros tricahue, tres choroy y águilas mara, es el patio de la casa de Kendra Ivelic y los dos veterinarios y diseñadores que trabajan allí, lo hacen gratis. Para costear los $800 mil mensuales, reciben $350 mil del Santuario de la Naturaleza Cascada de las Ánimas y cerca de $100 mil de donaciones. El resto lo ponen de su bolsillo. “Llenamos un vacío que el Estado no está llenando. Pueden decomisar un animal pero no tienen idea de qué hacer con él. Dependen de privados que les encantan los animales y gastan sus propios fondos”, dice Ivelic.
Los centros con más recursos son el Zoológico Metropolitano y la Unidad de Rehabilitación Silvestre de la U. Andrés Bello (UNAB) junto al Buin Zoo (UFAS). El primero recibe alrededor de 500 animales al año y se dedica a rehabilitación clínica. “Aquí no escatimamos en recursos. Si hay que pagar exámenes o cirugías, se pagan”, cuenta Alejandra Montalva, directora del Zoológico Nacional. Avalúan que gastan $830 mil mensuales, sin considerar equipo quirúrgico ni el pago a los veterinarios. Los fondos se los asigna la Ley de presupuesto y están considerados dentro de los gastos para los animales exhibidos, que comparten la clínica con rehabilitación. Como no tienen espacio, luego de curarlos, los mandan al centro de CODEFF o a la Unidad de Rehabilitación Silvestre en Buin.
En UFAS gastaron $2.8 millones mensuales en alimento y medicamentos para los 350 pacientes que llegaron en un año. De ellos, se liberó el 73%. Los financia la UNAB y usan el terreno que entregó el Buin Zoo. Consiguieron la licitación el año pasado y hasta el 5 de mayo tenían 48 animales en su centro, que rotan por los que se van liberados u a otros centros y los que llegan a diario. Tienen un equipo más amplio, con 45 voluntarios e incluso 6 veterinarios especialistas.
“Lo mejor sería protegerlos en el ambiente silvestre pero tenemos que hacer este rol porque es nuestra culpa que los animales estén de esta manera” dice Nicole Salaberry, veterinaria de UFAS. Además agrega: “No basta con liberar un animal. Si no educamos e investigamos, jamás vamos a poder solucionarlo”.
Solo los centros de los zoológicos y el de Aves Rapaces desarrollan la investigación. Los primeros en alianzas con laboratorios y las Universidades de Chile y Católica. El CRAR, en el proyecto de protección del cóndor andino, ha liberado cerca de 100 desde 2002 y 12 de ellos con transmisor satelital que permiten estudiar el desplazamiento libre de las aves.
Todos los centros de rehabilitación preservan los animales que, por problemas físicos o sicológicos incurables, no se pueden liberar. Los exhiben para hacer educación ambiental. “Cuando me pidieron que siguiera incluso sin voluntarios con las aves, mi único requisito fue que educáramos con las que no se van a liberar. Lo más importante es generar conciencia y cercanía entre las personas y la naturaleza”, dice Jürgen Rotmann.