Durante el fin de semana pasado, la Bahía de Quintero nuevamente fue afectada por un desastre medio ambiental, esta vez ligado a los procesos de transporte de petróleo que se realizan en las instalaciones que la Empresa Nacional de Petróleo (ENAP) mantiene en la zona. Según informo dicha entidad a través de un comunicado de prensa, el accidente se registró cuando se detectó que estaban desmejorando rápidamente las condiciones climáticas en la zona, por lo que se optó por interrumpir la descarga de combustible desde el buque de tanque Ikaros». Tras esto, se detectó que la línea de flexible submarino se había desprendido de su ubicación, derramando aceite decantado (Slurry Oil) sobre el fondo marino.
Una situación altamente preocupante, debido a que es la tercera vez en dos años que ocurre un evento de similares características. El 24 de agosto de 2014 se produjo un derrame de 38 mil litros de petróleo, con importantes consecuencias en la flora y fauna marítima. Un año después, el 13 de agosto de 2015, se produjo una fisura en el barco “Doña Carmela” la cual produjo que se vertieran al mar hidrocarburos del tipo IFO 380.
Pero estos no son los únicos problemas que han afectado a la Bahía de Quintero durante los últimos años. La instalación de una serie de empresas altamente contaminantes ha afectado fuertemente el ecosistema de la zona. Junto con el Puerto de ENAP, encontramos la presencia de 4 centrales termoeléctricas, que incluyen el complejo Ventanas IV de AES Gener, el más grande de Chile con una capacidad generadora de energía de 885 MW; la fundición y refinería de cobre Ventanas de CODELCO y el Puerto de descarga de Gas Natural GNL Quintero.
Producto de los efectos colaterales que conlleva el funcionamiento de dichas empresas, desde 1993, los sectores aledaños al complejo industrial “Las Ventanas” se encuentran declarados como Zona Saturada por Anhídrido Sulfuroso y Material Particulado. Entre los químicos que se encuentran en el aire de la zona podemos encontrar altas concentraciones de anhídrido sulfuroso y de material particulado rico en cobre y otros elementos como arsénico, plomo, mercurio y zinc.
Todos estos factores han producido un fuerte impacto en el ecosistema de la zona. La flora y fauna del lugar se han visto fuertemente afectadas por la exposición a los tóxicos que están presentes en la zona. Año a año se registra la mortandad de aves marinas como Pelícanos, Piqueros, Pingüinos de Humbuldt y guanays, nos indica Simón Gatica, encargado de Proyectos de CODEFF.
En el caso específico de los derrames de hidrocarburos, el daño depende del tipo de material que se haya vertido, los que pueden generar daños más rápidos o más lentos, nos indica Luciano Pérez, director de la Filial del Bío Bío de CODEFF. El daño en el mar que se produce es incalculable, porque puede que parte de los químicos se vayan hacia el fondo y se mantengan en el hasta que suba la temperatura del mar, cuando volverá a la superficie y se diseminará nuevamente por la zona. Por lo tanto esta situación se puede extender por largo tiempo, incluso años.
Además, las medidas de mitigación que se realizan luego de un accidente de este tipo aíslan el problema, pero no solucionan. Lo que hacen algunos de los productos utilizados en estas tareas es encapsular el petróleo derramado, llevándolo hacia el fondo marino. Con esto se evita una mayor dispersión en el mar del hidrocarburo. Pero de todas formas la flora y fauna que existe en ese lugar es afectada por los químicos, agrega Luciano Pérez.
El reciente derrame de petróleo es una demostración de la generalización del maltrato a nuestro mar y que nuestra institucionalidad no logra protegerlo, señala el director de la filial de Aysén de CODEFF Peter Hartmann. Mientras los organismos competentes no modifiquen las regulaciones ambientales que les exige a estas empresas, los habitantes de las comunas de Quintero y Puchuncaví tendrán que seguir sufriendo las consecuencias de vivir en un entorno contaminado.
Por esto se hace necesaria la creación de una entidad ambiental que se haga cargo de estas situaciones de la naturaleza, que trabaje las 24 horas del día y que cuente con una infraestructura y el equipo adecuado. Además se debe contar con equipos técnicos especializados en la temática y generar alianzas con ONGs, escuelas de Veterinaria y un grupo de voluntarios que puedan colaborar en la mitigación de los efectos. Existe una deuda de la institucionalidad estatal que no ha creado un órgano como las policías o unidades medioambientales que existen en otros países, concluye Luciano Pérez.