Ahora no son solo cazadores los que matan animales, sino personas premunidas de un celular y la incontrolable necesidad de tomarse una foto con ellos. En las últimas semanas, los medios y las redes sociales dieron cuenta de varios casos en que una selfie terminó dañando la salud de un animal o, aún más grave, provocó su muerte.
El mes pasado en la ciudad Mar de Ajó (Argentina), una cría de delfín franciscano -especie amenazada- murió tras ser el asedio por parte de turistas que lo sacaron del mar para fotografiarse con él. Un juez inició una investigación para conocer la causa de su deceso.
En Macedonia, en el Lago de Ocrida, un cisne murió luego de que una mujer lo tomara de un ala para tomarse una selfie juntos. El ave permaneció inmóvil en la orilla y luego murió, según informó el periódico Macedonia Online.
Y en Costa Rica, las tortugas no pudieron desovar en el Refugio de Vida Silvestre Ostional ya que la playa se encontraba repleta de personas que las manipulaban o incluso aplastaban sus nidos con tal de retratar el momento. «Era tanta la gente que las tortugas tropezaban con las personas y algunas se devolvieron sin completar el proceso de anidación», dijo Leonel Delgado, secretario del Sindicato de Trabajadores del Ministerio de Ambiente y Energía.
«Nunca, pero nunca, se debe tocar un animal silvestre y menos abrazarlo o retenerlo», dice taxativa la veterinaria Nicole Salaberry, encargada de la unidad de Fauna Silvestre de la Universidad Andrés Bello, centro donde se rehabilitan animales silvestres.
En el caso del cisne, dice Salaberry, es muy probable que su deceso se produjera debido a una miopatía por captura: producto del estrés que le genera la acción humana, se le gatilla una taquicardia y luego una fibrilación ventricular, que finalmente le causa la muerte. «Pueden morir a los minutos, pero también a los siete o a los treinta días», dice.
En el caso del delfín, hay una alta probabilidad de que su deceso se produjera por hipertermia, ya que estos animales no pueden estar mucho tiempo fuera del agua.
En Chile, la Ley de Caza prohíbe la manipulación de un animal silvestre, porque lo considera una captura. Más estricto es el «Reglamento general de observación de mamíferos, reptiles y aves hidrobiológicas», creado en 2001. En él se establece, por ejemplo, que no se puede estar a menos de 50 m de un delfín o a 100 m de una ballena. Este reglamento también protege a lobos marinos y pingüinos, entre otras especies.
Hay animales mucho más delicados y sensibles a la manipulación del hombre, como los anfibios, cuya piel absorbe con facilidad las toxinas: por ejemplo, la nicotina de una persona que fuma.
«La fotografía y el turismo científico y con fines de conservación es algo muy bueno porque ayuda a educar. Mucho sabemos de los animales gracias a estos fotógrafos. Pero distinto es sacarse una selfie , donde se manipula al animal», dice Salaberry.
Para ella hay una deuda con la educación ambiental, que se les enseñe a las personas la forma correcta de interactuar con la fauna silvestre: apreciándola, pero no interviniendo en sus ecosistemas.
Fuente: El Mercurio