La mala fama de la calidad del aire de Coyhaique ya es comidillo nacional. Y con eso pareciera que los coyhaiquinos comenzamos a asumir un problema que creíamos no era para tanto. La verdad este es un tema antiguo, pero la diferencia está en que el humo y las partículas finas se miden solo hace dos o tres años, y desde que esos valores aparecen en Internet, nuestra región pasó a ser muy visible y noticiosa. Imaginemos si se transparentase además el impacto en la salud pública. ¿Qué pasaría?.
Esa mala fama ha hecho que algunos políticos y gremios levanten críticas y sugieran soluciones como el subsidio eléctrico. Mientras esto sucede, las SEREMIS de Medio Ambiente y Salud tratan de justificarse de la situación de contaminación.
Pero en verdad: ¿existe una solución milagrosa?. Nuestra institucionalidad nos ofrece un Plan de Descontaminación basado en el modelo de Santiago y del que se supone veremos resultados en algunos años. Pero por lo visto, solo se trata de una solución a medias, enfrentando el problema solo desde algunas de sus aristas. Es cuestión de ver que tanto ha servido en la capital. Otra posibilidad es una solución del tipo Londres, donde a causa de la catástrofe causada por el smog en 1952 cuando fallecieron 12.000 personas se tomó la solución radical de permitir el uso del carbón, causante del problema. ¿Sería posible prohibir la leña en Coyhaique?.
El Plan de Descontaminación, hasta donde lo conocemos, consiste principalmente en tratar de contar con leña seca, reemplazar calefactores contaminantes, mejorar la eficiencia térmica de edificaciones, poner restricciones en días de mala calidad del aire e intentar tibiamente aminorar la leña en la matriz energética. Nuestras observaciones al anteproyecto de ese plan eran su tibieza y la ausencia del componente urbanístico y de ordenamiento territorial. Tampoco se contemplaba en el la absorción de partículas mediante áreas verdes, arborización y juegos de agua.
En otro punto de los problemas que enfrenta la zona para poner fin a los problemas de contaminación, parece impresentable que se permita los vehículos internados en la zona franca estén exentos del control de gases. Otro factor que influye en el problema medioambiental está en la existencia de una termoeléctrica dentro del área del plan, la que no cuenta con restricciones en su funcionamiento. También podemos agregar que las edificaciones y calefacción del sector público no cuentan con instalaciones que integren la eficiencia energética que significaría un aporte a la descontaminación. Finalmente nos parece que mientras no exista un cambio radical en la matriz energética, en la calidad de la edificación, en la cultura ambiental y energética, una solución se ve lejana.
Respecto al tema energético es importante recordar que en la matriz regional la electricidad ocupa solo un 4% del total, mientras la leña ocupa sobre 50% del plan y los combustibles fósiles importados un 46% de la matriz. Pero debemos indicar que en Coyahique el costo de la electricidad (energía limpia) recientemente era cuatro veces superior al de la leña. Todo esto en la región con mayor potencial hídrico, eólico, geotérmico y mareomotriz. Lo insólito es que esta energía está solo a disposición de las transnacionales para sus megaproyectos, mientras el monopolio eléctrico regional que genera la electricidad para los hogares genera 30% de la electricidad con petróleo, lo que produce que sus costos y ganancias sean altas. Si se usara el potencial de los otros tipos de fuentes de energía de la región la tarifa pueden bajar. Esto fue demostrado durante la última baja del 14%, que se produjo al reemplazar 4,5 MW térmicos por nuevas centrales eólicas en Alto Baguales y Lago Paloma. En la actualidad existen diferentes interesados en generar otros tipos de energías. Además existen varias centrales hidroeléctricas abandonadas que suponemos no serían costosas de volver a poner en funciones.
Para ello se hace necesario aprobar la modificación legal que permitiría abrir el monopolio eléctrico de Aysén, la cual se encuentra en el Congreso. También está en la Cámara la “Ley de Equidad Eléctrica”, con la cual la tarifa bajará un 11%. Está claro que bajar la tarifa permitirá un mayor consumo de energía limpia. Esas medidas además implicarán un “subsidio” sin costo para el Estado. Igualmente será necesario eliminar la a estas alturas más que absurda multa por sobreconsumo invernal. ¡No puede ser que nos castiguen por usar energía limpia!. También no vendría mal democratizar la energía y facilitar que los propios usuarios y empresarios generen un cambio por su cuenta, reemplazando la leña.
Vale recordar que en Magallanes, el Estado subsidia el gas y hasta hubo un movimiento social por ello. Asimismo, la principal demanda del “movimiento social de Aysén” era la baja en precios de los combustibles y energía. Un subsidio que el gobierno anterior y el actual condicionaron como una compensación “ambiental” para aprobar los proyectos HidroAysén y Río Cuervo. Por eso nos parece extraño que ahora la SEREMI de medio ambiente diga que dicho subsidio no sirve, ya que no habría capacidad en la red del monopolio ni en las edificaciones para el cambio de tipo de energía. Un punto aparte es que las empresas eléctricas tienen la obligación de ajustar sus redes a una mayor demanda. Pese a ello, lo está haciendo es que las redes domiciliarias solo dan para mantener la temperatura con calefactores de 1000 W. Pero no sería tan complejo ni costoso instalar cables y fusibles para una mayor potencia.
En definitiva, la solución pasa principalmente por ingeniárselas y tener la voluntad para ello.