El pasado sábado, 22 de abril, se celebró el Día Mundial de la Madre Tierra, fecha instaurada por las Naciones Unidas con el objetivo de generar conciencia en la humanidad sobre los problemas del crecimiento, la superpoblación, la contaminación y la importancia de la conservación de la biodiversidad.
Los comienzos
El origen de esta celebración se remonta a la década de los 60’, a raíz de un movimiento de protesta de estudiantes que influyó para que el profesor Morton Gilbert junto al Servicio de Salud Pública de EE. UU. organizaran en 1968 un Simposio de Ecología Humana, una conferencia medioambiental para que los estudiantes de todo el país pudiesen escuchar a científicos y expertos en medio ambiente temas sobre los efectos del deterioro de la biodiversidad en la salud humana. El éxito obtenido con la conferencia motivó a Hilbert y a algunas comunidades estudiantiles a que dedicaran los siguientes dos años a plantear una efeméride con la nominación de Día de la Tierra.
Es así como, el 22 de abril de 1970, surge la primera de muchas manifestaciones a favor de la causa ambiental, la que fue promovida por el senador y activista estadounidense Gayrold Nelson quien también proponía la creación de una agencia ambiental gubernamental que se ocupara solamente de asuntos de sustentabilidad (o sostenibilidad) y naturaleza. En la exitosa movilización participaron activamente más de 2.000 universidades, 10.000 escuelas, así como cientos de comunidades. Esta gran presión social tuvo buenos resultados; uno de ellos fue la creación, ese mismo año por el Gobierno de EE. UU., de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés). Asimismo, en 1972 se celebró la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, en Estocolmo, Suecia, a la que se denominó “La Cumbre de la Tierra” [1]. En los años posteriores, las actividades dirigidas a integrar el medio ambiente en los planes de desarrollo de los países integrantes y los procesos de adopción de decisiones en el plano internacional no llegaron muy lejos.
Los avances
Las Naciones Unidas establecieron la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en 1983. La Comisión fue presidida por la primera ministra de Noruega Gro Harlem Brundtland y remató con un informe que se conoce como “Informe Brundtland”, que llegó a la conclusión de que para satisfacer «las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias» la protección del medio ambiente y el crecimiento económico habrían de abordarse como una sola cuestión.
Luego del Informe Brundtland, la Asamblea General de las Naciones Unidas convocó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD). Dicha Conferencia, la ‘Cumbre para la Tierra’, se celebró en Río de Janeiro del 3 al 14 de junio de 1992. Fue un momento decisivo en las negociaciones internacionales sobre las cuestiones del medio ambiente y el desarrollo.
Los objetivos fundamentales de la Cumbre eran lograr un equilibrio justo entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y de las generaciones futuras y sentar las bases para una asociación mundial entre los países desarrollados y los países en desarrollo. En ella aprobaron tres grandes acuerdos: el Programa 21, un plan de acción mundial para promover el desarrollo sostenible; la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, y una Declaración de principios relativos a los bosques.
Aunque se avanzó algo respecto de temas científicos, se siguió soslayando la cuestión del medio ambiente en el plano político y se fueron agravando, entre otros problemas ambientales, el agotamiento del ozono, el calentamiento de la Tierra y la degradación de los bosques.
Sin embargo, no fue hasta 2009 que las Naciones Unidas proclamaron la fecha como efeméride oficial, a pesar de llevarse años celebrando. A partir de este año, el 22 de abril aparece de forma obligatoria marcado en las agendas de todos los países a nivel mundial como un día de reivindicación de la naturaleza, el medio ambiente y la biodiversidad.
Este año 2023, en el Día de la Tierra se elige como lema “Invertir en nuestro planeta”. Con ello, la ONU intenta implicar, además de gobiernos y empresas, a todos los ciudadanos en el trabajo por la defensa, cuidado y protección del medio ambiente. El objetivo será conseguir un esfuerzo colectivo que permita conservar un planeta sano para las futuras generaciones. Este punto, solo será alcanzable con el cumplimiento de políticas respetuosas y prácticas medioambientales que estén en sintonía con el planeta y con la “reverencia por la vida”, como lo plantea enfáticamente Manfred Max-Neef [2] [3].
Una ONG pionera en Chile: CODEFF
El Comité Nacional Pro Defensa de la Fauna y Flora (CODEFF) es una institución sin fines de lucro con una extensa trayectoria en las nobles tareas de salvaguardar el patrimonio medioambiental de Chile a través de la educación ambiental, participación ciudadana, investigación, difusión y el manejo de áreas protegidas.
Fue fundada el 23 de octubre de 1968, por el abogado, Godofredo Stutzin, quien, junto a un grupo de científicos, investigadores y otros profesionales, pusieron la primera voz de alarma en el país sobre las demandas de la naturaleza y las problemáticas ambientales, el mismo año de aquel Simposio en EE. UU. y de la fundación del Club de Roma bajo la iniciativa de Aurelio Peccei [4].
Formaron parte del grupo fundador destacados profesionales, académicos e investigadores que han realizado grandes aportes al conocimiento y valoración de nuestro patrimonio natural, entre ellos: Alfredo Johnson, Luis Peña, Jürgen Rottman, Francisco Fuchslocher, Jack Goodall, Guillermo Egli, Guillermo Mann, Víctor Solar, Hernán Contreras Manfredi, Rafael Elizalde Mc Clure, Jorge Nawrath, Klaus Busse, Daniel Torres, Juan Grau, Roberto Schlater, Luis Capurro, Pablo Weisser, Héctor Cathalifaud y Carlos Muñoz.
Con 53 años de labor ininterrumpida, CODEFF sigue trabajando -con los aportes de sus socios y los jóvenes voluntarios que apoyan con entusiasmo los trabajos de terreno-, por el respeto a la naturaleza y la preservación de nuestra fauna y flora, con la esperanza de que, a partir del recién celebrado nuevo Día de la Tierra, podamos nuevamente recapacitar y revertir entre todos, la tendencia de aumento del deterioro del medio natural, de la temperatura del planeta y los efectos de la crisis climática.
A modo de conclusión
¿A que debemos atribuir los magros resultados luego de medio siglo de intentos y esfuerzos en resolver los problemas medioambientales y detener la destrucción de los bienes naturales comunes que pertenecen a todos los seres vivientes en un plano de igualdad?
Podemos identificar entre las razones que lo explican el hecho de poner en un plano de igual importancia -también podríamos decir igual peso específico- a la ecología, la sociedad y la economía (ver figura inferior), en circunstancias de que la ecología debe estar -en primer y destacado lugar y con mayor peso específico- dado que en un planeta con bienes naturales comunes finitos y en permanente disminución no es posible sostener un crecimiento ilimitado. Así, podemos decir con certeza que sin una naturaleza sana no podemos sostener una sociedad y una economía sanas. Las pruebas están a la vista: pérdida de biodiversidad y crisis climática por el calentamiento de la Tierra.
Otro factor clave es la errónea definición de sustentabilidad y el concepto de desarrollo sostenible que nació desde Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo (CMMAD) en 1983, como ya se mencionó, que dice:
“Desarrollo sustentable (o sostenible) es aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.
Esa definición es evidentemente antropocéntrica y sigue siendo ambigua pues permite que algunos confundan “desarrollo” con “crecimiento” y utilicen la expresión “Desarrollo Sostenible” (o Sustentable) en apoyo de sus políticas de “crecimiento sostenido y permanente”, algo absurdo en un planeta finito.
Por lo tanto, para cambiar la actual tendencia hacia el statu quo, es fundamental eliminar esa definición en boga, y reemplazarla por esta del físico austriaco Fritjof Capra, mucho más precisa y con mayor fuerza conceptual:
“La sostenibilidad consiste en desarrollar las comunidades humanas de manera que su estilo de vida, sus negocios, sus estructuras físicas y su tecnología no interfieran con la capacidad inherente de la naturaleza de generar y sostener la vida en el planeta.”
Recordemos que “el lenguaje crea realidad”.
Por último, no se puede dejar de señalar -como lo destacó el biólogo y periodista argentino Sergio Federovisky en una charla [5]-, que se nos achaca la responsabilidad de los problemas ambientales a todos, a la humanidad entera en forma pareja, siendo que hay algunos culpables de los desastres ambientales muchísimos más responsables que la mayoría de la población mundial. Todos sabemos quiénes son, no es necesario nombrarlos.
«Hemos crecido en número hasta el punto de que nuestra presencia afecta al planeta como si fuéramos una enfermedad. Igual que en las enfermedades humanas hay cuatro posibles resultados: 1. destrucción de los organismos invasores que causan la enfermedad; 2. infección crónica; 3. destrucción del huésped; o 4. simbiosis, es decir, el establecimiento de una relación perdurable mutuamente beneficiosa entre el huésped y el invasor».[6] [7]James Lovelock |
Fuente de figura:
Referencias:
[1] https://www.un.org/es/conferences/environment/stockholm1972 [2] https://laventanaciudadana.cl/el-legado-de-manfred-max-neef/ [3] https://vimeo.com/78813094 Producción: 2009-12-01 Universidad Internacional de Andalucía. [4] https://www.infobae.com/america/opinion/2020/04/05/el-club-de-roma-y-los-limites-al-crecimiento/ [5] https://www.grupopromesa.mx/blog/para-cuidar-el-ambiente-la-conciencia-no-alcanza/ [6]https://laventanaciudadana.cl/james-lovelock-padre-de-la-hipotesis-gaia-nos-dejo-a-los-103-anos/ [7] https://www.redalyc.org/pdf/3757/375740243006.pdf