En COLUMNAS

Parece poético eso de “el mar que tranquilo te baña” a estas alturas de la ola. Y “celebrar” el mes del mar es casi como celebrar el naufragio y muerte de aquellos marinos un 21 de mayo.

Cuando las noticias marítimas mundiales no son de lo mejores y dejan en sus playas, resacas de plástico, petróleo, animales muertos y llegan noticias de la amenaza de radiación desde Fukushima, de nuevas islas plásticas en medio de los océanos, de ballenas y otra fauna con sus estómagos llenos de plástico, de la insistencia japonesa en cazar ballenas, del excelente lucro de la sobrepesca y de contrabando ilegal, da como para preocuparse. Si agregamos los efectos del cambio climático –calentamiento global en, acidificación, mayor temperatura y deshielo polar, elevar su nivel con el peligro para países enteros y su incidencia en corrientes marinas, la salinidad, la vida marina y el clima, el cuadro se torna aun mas dramático. Cuando los océanos almacenan 93% de la energía que llega del sol al planeta, cuando 70% de la población mundial habita en zonas costeras, lo que pasa con el mar y océanos, no es tema menor. Cuando la vida en este planeta comenzó en el mar y sin océanos sanos no podemos sobrevivir; si el mismo mar que los humanos hacemos lo posible por degradar y matar, lo que ocurra ahí no es suntuario. Más bien, hasta es simbólico. De vida o muerte.

Tras un año plagado de desastres marinos en los mares patagónicos, con la muerte de sobre 330 ballenas en el Golfo de Penas, la “plaga” de algas en el mar interior de Chiloé y Aisén, la invasión de buena parte del mar chilote y aisenino y por primera vez también el Pacifico con algas de marea roja, la varazón de millones de sardinas en Queule y luego en Calbuco, el varamiento de miles de machas en Chiloé, los eternos problemas en las salmoneras y la reaparición del virus ISA hasta en centros ubicados en la Reserva Nacional Las Guaitecas, y finalmente, la declaración de Zona de Catástrofe en Chiloé, dan hasta como para titulares de: “Chiloé, Chernobyl marino”.

¿Y todo esto es por pura casualidad, algo normal, o por mala suerte? La institucionalidad sin mayor investigación de los casos ha intentado echarle la culpa al fenómeno del Niño, al cambio climático y a la marea roja. ¿Y de donde salen éstos y porque sus efectos son cada vez peores? ¿No habrá algo de advertencia al actuar poco amoroso, codicioso y displicente con nuestro mar patagónico, el último del planeta en ser “explotado”, desde al menos el “boom pesquero”?

El cambio climático –calentamiento global, como es sabido, es una consecuencia de los gases de efecto invernadero y la marea roja en base a las algas Alexandrium catanella y Dinophysis acuta, que según algunos biólogos son exóticas introducidas (mientras según otros están desde siempre), aumenta en base a mayor temperatura (calentamiento global) del agua y mayor cantidad de nutrientes (salmoneras, ciudades, ganado). O sea, los humanos algo tenemos de responsabilidad en esto. Pero no todo parece ser atribuible a la marea roja. De hecho, el desastre marino, económico y social que han provocado las salmoneras bajo el amparo de los gobiernos en las últimas décadas ha sido tremendo. Y no hemos sido nosotros, quienes les hemos estado advirtiendo sus errores, ni nuestra responsabilidad por la cual han dejado sobre 20 mil cesantes y pasan de crisis en crisis. Es esa industria al amparo y con el subsidio del Estado la que ha demostrado con creces su in-sustentabilidad. ¿Acaso verter en el mar frente a Chiloé cinco mil toneladas de salmones descompuestos (al estar tóxicos no se pueden convertir en harina) no provoca ni un impacto? ¿Es que se suponía esos desechos viscosos se iban a  ir a pique al fondo de una fosa marina? ¿Es que el abuso de antibióticos, fungicidas, verter desechos, sobre-pescar sardinas y producir fondos anaeróbicos al exceder la capacidad de carga, no provoca ni un efecto? ¿Es que la borra de contaminación y nutrientes de esas salmoneras no provoca ni un impacto ? Y pensar que esta industria justifica su uso del mar patagónico por su excelente calidad del agua. Su otrora excelente calidad, que al echarla a perder provocan su propio harakiri. Y por lo visto, no solo el propio. Y que duda cabe que la institucionalidad del Estado en esto ha sido irresponsable cómplice e incentivador de este desastre, es cosa de ver como están coludidos y en puerta giratoria, políticos y funcionarios con esas empresas.

En estos días de catástrofe, no solo hemos estado de espectadores, porque hemos debido insistir ante la Gobernación Marítima de Aysén sobre la necesidad que cumpla su rol de fiscalizar a 43 centros salmoneros ubicados fuera de sitios  autorizados y por infracciones publicadas por Sernapesca. Además presentamos una Acción por Daño Ambiental ante la Municipalidad de Aysén  a causa de 33 centros, que no cumplen Resoluciones Ambientales al superar la capacidad de carga y producirse en ellos condiciones anaeróbicas, información publicada en INFAS de Sernapesca. Vale agregar que para operar esas salmoneras presentaron solo Declaraciones Ambientales aduciendo que no provocan efectos significativos. Para colmo, tres de estos centros se encuentran en el Santuario de la Naturaleza de Quitralco,  priorizado para la conservación de la biodiversidad, diez se encuentran en la Reserva Nacional Las Guaitecas y algunos de ellos en áreas priorizadas para la conservación de la biodiversidad y en la Zonificación del  Borde Costero.

Si queremos celebrar el mes del mar, mas vale hagamos algo concreto por evitar que siga la catástrofe y demostremos en consecuencia nuestro amor por nuestros mares.

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