Este 2017, el Centro de Rehabilitación de Fauna Silvestre de CODEFF (CRFS), cumple 25 años de existencia. Creado en 1992, gracias a un convenio con el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) en el contexto de la ley de Caza, CODEFF se convirtió en el primer organismo en abrir un Centro de Rehabilitación de Fauna Silvestre en Chile.
De esta forma el CRFS de CODEFF fue pionero a la hora de recibir, albergar y rehabilitar animales silvestres decomisados por el SAG bajo la ley de Caza, principalmente por tenencia irresponsable y tráfico. Bajo este contexto se formó uno de los principales objetivos del centro de rehabilitación, que éste sea solo un lugar de paso para los animales, un espacio donde reciben los cuidados necesarios para recuperarse y luego volver a su vida silvestre como un ser vivo libre.
En sus inicios, el CRFS comenzó su camino ayudando solo con tres animales: un zorro chilla, loro choroy y zorro culpeo, a quienes cobijó y apoyó durante el tiempo que fue necesario. Ahora, 25 años después, se puede decir que han pasado más de dos mil cuatrocientos ejemplares y otros cientos se han liberado.
Un Cojito, una Espuma y un tricahue
Si bien son muchas las especies que han pasado por el centro, y los que más llegan a rehabilitación son loros choroy (Enicognathus leptorhynchus), hay historias como las de Cojito o la de Espuma que no dejan indiferente a nadie y marcan.
Cojito es un zorro culpeo (Lycalopex culpaeus), especie que se encuentra en peligro de extinción, que llegó el 20011, hasta hoy vive en el CRFS y nunca podrá irse porque tiene una patita amputada, esto debido a que hace algunos años quedó atrapado en un huachi – trampa hecha de alambre que se usa para atrapar conejos en el cerro-. Cojito nunca ha logrado confiar mucho en nadie, su personalidad asustadiza y su dificultad física hacen imposible su retorno a la libertad.
La historia de Espuma es muy distinta, ella es una puma (Puma concolor) que llegó a las tierras del CRFS el año 2006 desde la Cuarta Región siendo apenas una cachorra. Dada la relación con el ser humano a tan corta edad, desde pequeña se improntó -se acostumbró a la presencia del hombre-, por lo que Espuma nunca pueda volver a su vida silvestre.
También está la historia de un loro tricahue (Cyanoliseus patagonus bloxami). que está totalmente acostumbrado al contacto con humanos, pues vivó y acompañó a una señora por 45 años. Tras el fallecimiento de esta, uno de sus nietos, quien sabía que la tenencia de este ejemplar era ilegal, decidió entregarlo al CRFS donde vivirá sus últimos años de vida, pues este loro nunca podrá volver a su hábitat natural.
El Centro y su funcionamiento
En principio, hay que tener en cuenta que el Centro no puede llegar y hospedar a cualquier animal que llegue, pues hay que seguir un protocolo. Cuando ingresan por primera vez deben ser examinados por María José Abarca, la médico veterinaria encargada del CRFS. Ella los examina, evalúa sus condiciones y decide cuáles son los pasos a seguir con cada ejemplar. Si es que se pueden quedar, viene la fase de adaptación. Esto es cuando el animal debe acostumbrarse al nuevo lugar, los horarios de alimentación, sus compañeros y las jaulas.
Así, para albergar a Cojito, Espuma y a todos los animales que han pasado por el Centro, la infraestructura del lugar ha debido adecuarse a las necesidades de cada especie. Con el paso del tiempo, el CRFS se ha adaptado de acuerdo a las distintas realidades que le ha tocado enfrentar. Los espacios se han acomodado para especies grandes y chicas, porque no es lo mismo tener un pudú que tener un loro o un quique.
En la actualidad, las chinchillas, por ejemplo, viven todas juntas en una jaula de dos pisos adaptada especialmente para ellas, ahí ellas pueden moverse y ejercitarse libremente sin entorpecerse el paso. Por otro lado, los loros están separados según su especie (Choroy, Tricahue y Cachaña) y su nivel de rehabilitación, así quienes se encuentran en mejores condiciones, forman una bandada y son liberados todos juntos posteriormente. Los quiques por su parte están proceso de acostumbramiento a la naturaleza sin intervención humana, por lo que están más aislados que otros.
Asimismo Cojito y Espuma también tiene sus jaulas adaptadas, en los que pueden camuflarse, ejercitarse, descansar y alimentarse según deseen, lo más parecido a cómo lo harían en la vida silvestre.
Humanos en el Centro
Si bien el Centro no es un lugar de exhibición donde la gente puede asistir cuando desea, es importante mencionar que, tanto para albergar y cuidar a estos animales como para generar las distintas infraestructuras que el lugar requiere, el CRFS se articula y funciona gracias a la labor que realiza todo el personal, sus voluntarios y la comunidad.
Victor Olate está desde los inicios del CRFS, es el cuidador del Centro y uno de los que mejor conoce el lugar. Desde hace 25 años está encargado de alimentar a los animales, mantener el orden y limpieza de las instalaciones, además ayuda la médico veterinario en labores de contención y manejo de las distintas especies. Su relevancia va más allá de su rutina como trabajador del CRFS, pues es la única persona que está ahí siempre, vive ahí y es capaz de distinguir hasta el más mínimo ruido del Centro.
Él junto a María José Abarca, la encargada del CRFS, son quienes sacan adelante el lugar, pues ellos son los que más conocen a los animales y el espacio en si. María José asumió la batuta del Centro en septiembre del año pasado y es quien toma las decisiones sobre el lugar y los animales, los evalúa y ayuda día a día.
Sin embargo dos personas no pueden asumir todas las responsabilidades que conlleva un Centro de Rehabilitación, aquí viene el tercer punto fuerte a la hora de hablar de humanos, los voluntarios. Ellos son un grupo de jóvenes mayores de edad que se desempeñen en distintas disciplinas, con un alto interés por la fauna y flora silvestre, su protección y conservación y un marcado compromiso para trabajar en el CRFS. Que aporten con sus mejores habilidades y virtudes ya sea en conocimientos, fuerza física, ideas productivas y creativas. Que sepan trabajar en equipo, posean entusiasmo y sean responsables.
Estos últimos tienen dos formas de ingreso, participando en un voluntariado de verano o invierno anterior o a través de un llamado público de nuevos voluntarios. Posteriormente deben ser evaluados por la directiva encargada del centro para renovar sus intenciones y compromiso de seguir trabajando en el CRFS.
En la actualidad se cuenta con 10 voluntarios que ayudan constantemente en el centro, quienes han logrado formar un grupo unido y colaborador para hacer del CRFS un lugar mejor para todos los animales, tanto los que están como los que vendrán.
El último integrante es la comunidad que tiene intereses afines a la protección animal, si bien no pueden asistir al Centro, existe una instancia en la que puede ser parte del CRFS: “Apadrina un animal silvestre”, este es un programa en el que las personas se pueden acercar a la rehabilitación de la fauna silvestre a través de un aporte mensual que se solventan los gastos que tienen los animales mientras se recuperan.
Más allá de la rehabilitación
En este cuarto de ciclo el centro ha sufrido varios cambios y mejoras. Una de las hazañas importantes fue ser parte de la creación de protocolos de rehabilitación de fauna silvestre del SAG, el cual ha servido como guía para mejorar los procesos que viven los animales a la hora de recuperarse. Además ha ofrecido un espacio para distintas investigaciones de tesis que han realizado alumnos de reconocidas universidades sobre los animales que ha albergado el CRFS como zorros, loros, quiques y otros.
También fue el primer centro en conformar y liberar bandadas de loros choroy rehabilitadas, un hecho histórico para el CRFS y nuestro país.
Como dato extra, desde hace algún tiempo y en honor a uno de sus fundadores, dejó de ser solo CRFS y comenzó a llamarse oficialmente Centro de Rehabilitación de Fauna Silvestre Godofredo Stutzin.
Durante estos años, el CRFS no solo ha sido reconocido por sus rehabilitaciones, sino que también se ha destacado por sus innumerables aportes a la conservación y el estudio de la fauna silvestre.