Bárbara Zentilli es la médico veterinaria que mejor conoce el CRFS. Estuvo cerca de 20 años a cargo del lugar, velado por el bienestar y la rehabilitación de todos los animales que llegaban al Centro.
Su labor en el CRFS comenzó oficialmente 1996. Sin embargo, su relación y amor por los animales venía desde mucho antes, cuando tenía solo cinco años y vio el atropello de un gato a las afueras de su casa, en la comuna de Vitacura. Al darse cuenta que nadie lo ayudaba ni se preocupaba, decidió el rumbo que tomaría su vida, estudiar medicina veterinaria.
Pero el recorrido para lograr este objetivo de vida no fue fácil. Tras varios años de vivir y estudiar en países como Italia, Suiza e incluso Kenia, debió someterse a los distintos sistemas de aprendizaje y escolaridad y soportar el machismo existente en esa época. Pero ninguna de esas cosas la detuvo, y gracias a su determinada y obstinada personalidad, su familia debió volver a Chile para que ella pudiese estudiar lo que siempre había soñado.
Así, gracias a uno de los pocos cupos para extranjeros que tenía la Universidad de Chile y la insistencia de su mamá, Bárbara ingresó a estudiar medicina veterinaria en el tercer y último llamado realizado por la institución.
Luego de cursar exitosamente sus años universitarios, llegó a CODEFF, cuando Miguel Stutzi era el presidente de la organización. Comenzaron a trabajar juntos atendiendo a los distintos animales de fauna silvestre que llegaban al Centro hasta que final y oficialmente se hizo cargo del CRFS y todos sus animales.
Cuando recién llegó, uno de los ejemplares que más le llamó la atención fue la puma Leontina, quien ya llevaba un tiempo en el Centro y se había intentado liberar dos veces sin éxito. Esto llevó a Bárbara a ponerle especial atención a la felina, ya que ésta nunca pudo ser reinsertada en su medio natural y debió vivir todos sus años en el CRFS, transformándose en un emblema del lugar.
De todo el tiempo en que Bárbara estuvo al mando, para ella hubo 10 años en los que el Centro tuvo su mejor momento (desde 1998 a 2008), ya que trabajó con sus dos fieles compañeras: Vivi y Loreto. Durante esos años, la encargada del CRFS y su equipo trabajaron duramente por mejorar el lugar y construir lo que hoy se aprecia, todo para tenerle un mejor espacio a los animales.
Por ejemplo, la construcción jaulas, pues cerca del 50% fueron hechas en este periodo. La clínica en que se atiende y analiza a los decomisados fue edificada con el apoyo de otra organización. Y también llevó a cabo un proceso de especialización del Centro donde detalló el tipo de fauna que ingresaba al lugar.
De hecho, labor realizada fue más allá de una ayuda directa hacia los animales, ya que instauró el trabajo de voluntarios (tanto de invierno como de verano) y le otorgó especial énfasis a la educación ambiental. De esta forma, integró a la comunidad con el trabajo del CRFS, que es acercar a los interesados a los animales del Centro.
Otro de los puntos relevantes dentro del trabajo realizado por Bárbara fue el apoyo a distintas tesis de estudiantes universitarios, y también la primera liberación de una bandada de loros choroy en el país, ya que hasta ese momento solo se habían reinsertado ejemplares de loros de forma aislada, nunca un grupo cohesionado.
Todos estos logros son producto de años de trabajo y sacrificio. Por lo mismo, todo tiene que terminar en algún momento, y para Bárbara el ciclo con el CRFS finalizó en agosto de 2016, cuando decidió renovarle las energías al Centro y cederle su responsabilidad a nuevas generaciones.