En Entrevistas

Alejandro Alaya, Encargado de Educación del Centro de Rehabilitación de Fauna Silvestre (CRFS) entre los años 2012 y 2013, es un reconocido activista vegano que viene promocionando por casi dos décadas distintas iniciativas que buscan instaurar el respeto y la valoración para con los animales.

Alejandro, cuya profesión es la de cientista político, trabaja en el Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile y fue el promotor de las “fondas veganas”. Ha escrito varios libros para distintos grupos etarios en donde busca establecer una mayor sensibilización por el reconocimiento de los derechos de los animales en su calidad de seres sintientes.

“Las mismas pautas de explotación que algunos grupos de la sociedad han tenido contra la mujer u otros sectores, son las que se aplican en la explotación animal”, afirma Alejandro, para quien el maltrato, el abandono son los principales factores por los cuales los animales requieren rehabilitación, y se relacionan con un poder abusivo que el ser humano ejerce sobre otros seres y su entorno.

Para Alejandro los animales no son seres inferiores sino cohabitantes que merecen respeto y reconocimiento. De esta manera, considera que este principio defendido por el veganismo implica un cambio radical no solo en la alimentación, sino que en muchas -y quizás todas- las tecnologías humanas y de la civilización, lo que incluye también los dichos y varios usos en el lenguaje. El escritor señala que el veganismo es una “revolución que parte con la conciencia”.

El activista señala que el interés por trabajar en el CRFS fue tener una mayor cercanía con la fauna silvestre: “Lo veía como una oportunidad de entrar más en contacto directo con los animales y luego transmitir esa experiencia a los niños, a las nuevas generaciones para a través de este conocimiento, generar respeto”.

Así fue como el motivo que lo llevó a contactarse directamente con la fauna silvestre en el Centro, le significó descubrir la fantástica experiencia de educar sobre las especies nativas. “Considero que las jornadas educativas son un sistema integral. Es fabuloso ver cómo con un solo día de contacto directo con los animales, los niños sientan un cambio. Llegan viendo a los animales con mucha distancia y se van valorándolos de una manera fantástica. Algunos niños iban a despedirse y decían: “Chao zorrito, espero que te recuperes pronto”. Se creaba un vínculo y eso es maravilloso. De eso forme parte”, relata Alejandro.

Para este ex Encargado de Educación del CRFS, el conocimiento es vital en la valoración y en el profundo cambio cultural que requieren los animales, y en esto, las jornadas ocupan un lugar principal. “En ellas se explica cuáles son las especies que nosotros rehabilitamos, cómo es el proceso de rehabilitación. Les enseñamos que no es tan simple como sanar unas heridas físicas y que hay algunos animales que quedan con daño psicológico, que tienen consciencia. Es realmente algo maravilloso, un impacto tremendo.”

Por otra parte, resulta relevante para Alejandro el contacto directo con los individuos de las distintas especies que llegan al Centro: “Cuando tú estás conviviendo con ellos te contagias realmente de lo que les ha tocado vivir. Esos siete años que demora la rehabilitación de un loro choroy, ver el impacto que ha tenido en su psique la explotación y el maltrato, crea una convicción nueva. Pude tener ese contacto directo y eso refuerza una convicción”, recalca.

 

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